Mi corazón reclama la morada de mi Bienamado.A la que pierde la ciudad de su esposo, igual le da el gran camino que el abrigo de un
techo.
Mi corazón de nada se alegra; mi espíritu y mi cuerpo divagan sin cesar.
Su palacio tiene un millón de puertas; pero entre El y yo media un vasto océano. ¿Cómo lo
cruzaré? No tiene fin, ¡oh, amigo!, la extensión de esa ruta.
¡Qué maravillosa obra es esa lira!
Bien templada, arrebata el corazón; pero rotas las clavijas o distendidas las cuerdas, ya no
interesa a nadie.
Les digo, riendo, a mis padres: "Es preciso que vaya a ver esta misma mañana a mi Señor".
Ellos se encolerizan, no quieren dejarme ir y dicen: "Esta criatura cree haber adquirido tan
gran dominio sobre su Esposo como para obtener de El todo cuanto quiere; de ahí
su impaciencia por encontrar a su Señor.
Ahora, querido amigo, alza ligeramente mi velo, que es esta mi noche de amor.
Kabir

