MÚSICA

martes, 26 de abril de 2011

Osho: Cuando uno se relaja, la ansiedad, la tensiòn, la angustia,.. desaparecen.


De repente te haces vulnerable, ya no estás cerrado. De repente estás abierto, de repente te vuelves receptivo. Y esto es lo que tienes que comprender: que cuando te hayas expuesto ante los demás sólo entonces te expondrás ante ti mismo. Si te es­tás ocultando a los demás, todo lo que les estés ocultando irá des­cendiendo poco a poco al sótano de tu mente inconsciente. Los demás no lo sabrán y poco a poco tú también te olvidarás de ello.
Pero siempre que entras en la visión de un hombre perceptivo, todo es revelado. Ésta es una de las razones básicas por las que, en Oriente, la relación entre un discípulo y un maestro es tan va­lorada: porque el maestro es como un rayo de luz, como unos ra­yos X, y el discípulo queda expuesto. Y cuanto más penetra y sabe el maestro sobre del discípulo, más consciente se hace el discípulo cada vez de sus propios tesoros ocultos.
Tratando de ocultarse de los demás, se ha hecho tan experto en esconderse, que también se esconde de sí mismo.
No sabes mucho de ti mismo. Sólo conoces una parte de ti, la punta del iceberg. Tu conocimiento sobre ti mismo es muy limi­tado; no sólo limitado, ¡es casi irrelevante! Es tan parcial, es tan fragmentario que, a menos que lo pongas dentro de un contexto, con todo tu ser, no tiene sentido. Es casi un sinsentido.
Por eso continúas viviendo sin conocerte a ti mismo. ¿Y cómo puede uno vivir sin conocerse a sí mismo? Y sigues proyectando cosas en los demás que no tienen nada que ver con ellos; podrían ser fuerzas ocultas en tu interior. Pero no sabes que están ocultas en tu interior y las proyectas en los demás. Alguien te parece un egoísta: quizás eres tú el egoísta y estas proyectando. Alguien te parece muy enfadado: la rabia podría estar en tu interior y el otro no ser más que una pantalla; y eres tú el que está proyectando.
A menos que te conozcas exactamente, no serás capaz de sa­ber qué es real y qué es proyección. Y no serás capaz de saberlo de otros tampoco. El autoconocimiento se convierte en la puerta de todo el conocimiento; es su base. Sin estos cimientos todo el conocimiento es sólo aparente; en lo más profundo es ignorancia.

He escuchado una anécdota.
La señora Jones, muy preocupada, fue a consultar a un psi­quiatra:
-Mi marido -dijo-, está convencido de que es un pollo. No para de dar vueltas rascándose constantemente y duerme en una barra larga de madera que ha colocado a modo de percha.
-Ya veo -dijo el psiquiatra pensativo-. ¿Y cuánto tiempo lle­va su marido sufriendo esta fijación?
-Ahora hace casi dos años.
El psiquiatra frunció ligeramente el entrecejo y dijo:
-Pero ¿por qué ha esperado hasta ahora para buscar ayuda? La señora Jones se sonrojó y dijo:
-¡Ah, bueno, estaba tan bien tener un suministro regular de huevos!

¡Esta mujer es una neurótica! Se cree que su marido es el neu­rótico: siempre que pienses algo sobre otra persona, observa. No tengas prisa, primero mira dentro de ti. La causa podría estar en tu interior. Pero no te conoces a ti mismo y por eso sigues con­fundiendo las realidades externas con tus propias proyecciones. Es imposible conocer nada real a menos que antes te hayas cono­cido a ti mismo. Y la única manera de conocerse uno mismo es vivir una vida vulnerable, abierta. No vivas en una celda cerrada. No te ocultes detrás de tu mente, sal afuera.
Una vez que sales afuera, te irás haciendo consciente poco a poco de millones de cosas que hay en ti. No eres un apartamento de una sola habitación, tienes muchas habitaciones: eres un pala­cio. Pero te has acostumbrado a vivir en la entrada y te has olvi­dado completamente del palacio. Existen muchos tesoros ocultos en ti y estos tesoros te están constantemente llamando, invitán­dote. Pero estás casi sordo.
Hay que romper esta ceguera, esta sordera, esta insensibilidad, y nadie más que tú puede hacerlo. Si alguien ajeno a ti lo intenta, te ofenderás, sentirás que se están entrometiendo. Sucede cada día: si intento ayudarte, sientes que te he invadido. Si intento decirte algo verdadero de ti, te ofendes, te sientes humillado, te sientes he­rido, tu orgullo se hiere. Quieres escuchar cómo cuento mentiras sobre ti; quieres escuchar algo que ayude a la imagen fija que tie­nes de ti mismo. Tienes una imagen dorada de ti mismo que es fal­sa. Hay que romperla en pedazos, porque una vez desecha, la rea­lidad emergerá. Y si no acabas con ella seguirás aferrándote.
Crees que eres religioso, te crees un gran buscador: tal vez no seas religioso en absoluto, podrías sencillamente tener miedo a la vida. En tus templos y en tus iglesias, se ocultan los cobardes, con miedo a la vida. Pero aceptar que uno tiene miedo a la vida es muy humillante, por eso no dicen que tienen miedo a la vida, sino que han renunciado: «La vida no vale nada. La vida es sólo para las mentes mediocres». Han renunciado a todo por Dios; es­tán buscando a Dios. Pero observa ...están temblando. Están re­zando de rodillas, pero su oración no es de amor, su oración no es de celebración, su oración no es una fiesta; su oración nace del miedo. Y el miedo lo corrompe todo, nadie puede dirigirse a Dios a través del miedo.
Tienes que acercarte a la verdad a través de la valentía. Pero si estás escondiendo tu miedo detrás de la religiosidad, entonces será muy difícil acabar con él. Eres avaricioso, miserable, pero sigues contando que vives una vida muy sencilla. Si te estás ocul­tando tras una racionalización sobre la sencillez, entonces te será muy difícil darte cuenta de que eres un miserable. Un miserable se equivoca tremendamente porque la vida es para aquellos que comparten, la vida es para aquellos que aman, la vida es para aquellos que no están demasiado aferrados a las cosas, porque entonces se hacen disponibles a las personas.
Osho- Música Ancestral en los Pinos
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