La voz de mi flauta suena todo el anochecer.
Midiendo con la mano el compás de la armonía palpitante,
dirijo el ritmo infinito. Quien oiga esta melodía se unirá a mí.
Comentario:
Esta lucha ha terminado; se han asimilado la ganancia y la pérdida.
Canto la canción del leñador del pueblo, y toco las melodías
de los niños. A horcajadas sobre el toro, observo las nubes.
Sigo adelante, no importa quién pueda llamarme para que vuelva.
La Búsqueda
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Los Diez Toros del Zen
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