MÚSICA

jueves, 29 de abril de 2010

RABINDRANATH

PARA LOS BUSCADORES...


«He estado buscando y rebuscando a
Dios desde que puedo acordarme, durante muchas, muchísimas
vidas, desde el principio mismo de la existencia. Alguna que otra
vez, le he visto junto a alguna estrella lejana, y he bailado y me he
regocijado pensando que la distancia, aunque grande, no es imposible
de alcanzar. Y he viajado y he llegado a la estrella, pero
para cuando he llegado a ella, Dios se había ido a otra. Y esto ha
estado sucediendo durante siglos.
»El desafío es tan enorme que sigo aferrándome a la esperanza...
tengo que encontrarle, estoy absorto en la búsqueda. La
búsqueda misma es tan enigmática, tan misteriosa, tan cautivadora,
que Dios se ha vuelto casi una excusa: la búsqueda en sí
misma se ha vuelto el objetivo.
»Y, para mi asombro, un día llegué a una casa en una estrella
remota con un pequeño letrero en la fachada que decía: “Ésta es
la casa de Dios”. Mi alegría no tuvo límite: ¡por fin, había llegado!
Subí corriendo las escaleras, las muchas escaleras que llevaban a
la puerta de la casa. Pero según iba acercándome a la puerta, de
pronto surgió un miedo en mi corazón. En el momento en que
iba a llamar, quedé paralizado por un miedo que nunca antes había
conocido, que nunca había considerado, que nunca había
imaginado. El miedo era este: si esta casa es ciertamente la casa
de Dios, ¿qué voy a hacer después de haberle encontrado?
»Ahora que buscar a Dios se ha vuelto mi vida misma, haberle
encontrado será el equivalente a suicidarse. ¿Y qué voy a hacer
con él? Nunca había pensado en estas cosas antes. Debería haber
pensado antes de comenzar la búsqueda: ¿qué voy a hacer
con Dios?

»Con los zapatos en las manos, retrocedí en silencio y muy
lentamente, con miedo a que Dios pudiera oír el ruido y pudiera
abrir la puerta y decir: “¿Dónde vas? ¡Estoy aquí, entra!”. Y cuando
llegué a las escaleras, corrí como no había corrido nunca; y
desde entonces he vuelto a estar buscando a Dios, buscándole en
todas partes... y esquivando la casa en la que vive. Ahora sé que
tengo que esquivar esa casa. Y continúo la búsqueda, disfruto el
viaje mismo, el peregrinaje».
La sabiduría que hay en esta historia es tremenda. Hay buscadores
de la verdad que nunca han pensado «¿qué haré con la verdad?
». No puedes comerla, no puedes venderla; no puedes llegar
a ser presidente porque tienes la verdad. A lo sumo, si tienes la
verdad, la gente te crucificará.